Hasta que te conoci

Vi a Juan Gabriel por primera vez en el DF a mediados de los ochentas. Trabajaba ya para el Village Voice en Nueva York pero todavía escribía una columna para Billboard, la revista de la industria discográfica. La disquera de Juan Gabriel me invitó a un concierto de su artista en el legendario El Patio, un club a la antigua donde todavía se servían comidas durante las presentaciones. 

Confieso que no sabía casi nada sobre el artista mexicano. Un cantante más, pensaba yo, terrible snob que apenas le hacía caso a los baladistas latinos cuyas carreras documentaba sin mucho entusiasmo en las páginas de Billboard. En aquel viaje le hice una entrevista a Lucía Méndez, no recuerdo por qué, aunque sí recuerdo un retrato desnudo en su sala que me miraba impudicamente mientras yo entrevistaba a la maja vestida. También en aquel viaje entrevisté a Octavio Paz para el Voice. Así era mi carrera entonces, saltando de monstruo en monstruo, fueran cultos o pop.

El Patio era francamente incómodo. Los asientos bastante apretados y la comida totalmente olvidable. Después de que se recogieron los platos comenzó el show. Yo estaba dispuesto a aburrirme. ¡Gran equivocación!

Juan Gabriel salió vestido de smoking, como un crooner, con una orquesta atrás, y comenzó a interpretar sus muchas (muchísimas, supe después) composiciones. Vaya, el tipo era bueno. Sobre todo me gustaba cómo jugaba con el machismo y la mariconeria. Sus canciones desafiaban al objeto de su amor con desprecio viril, y de pronto pasaban a otro nivel.

Esto se subrayó con más fuerza cuando Juanga, como supe más tarde le llamaban, dejó su atuendo de baladista y salió vestido de charro, acompañado por un gran mariachi. Más tarde también aprendí que sus "rancheras" requerían arreglos modernos de la orquestación del mariachi para acomodar las canciones. 

Despues de un despliegue de machismo, típico del género, Juan Gabriel cambiaba súbitamente de personalidad y en una voz muy gay decía, "¡Ay, qué rudo!" Qué tipo más listo, pensé. Qué bien juega con los estereotipos.

Pero no fue una ranchera lo que me ganó. De vuelta a la ropa de civil y con toda la orquesta, Juan Gabriel interpretó "Querida." Eso fue el acabose. La canción comienza como una balada, o más bien lo que los rockeros llaman un rock anthem -- un himno. Y como tal comienza a ganar impulso, pasando totalmente al rock, y como tal, no cantado tanto como gritado. Irresistible.

Juan Gabriel me ganó con su canción. La he cantado con un amigo en una fiesta, los dos totalmente borrachos y terriblemente desafinados, mientras que unos sofistos comemierda neoyorquinos nos miraban con horror -- mi amigo es un escritor mitad latinoamericano bastante famoso y los americanos no entendían cómo podía regodearse tan alegremente en el subdesarrollo.

¡QUERIDAAA!

Que noches aquellas, man. La de El Patio y la de la borrachera cantando a Juanga. Pasaron. Pasó el. Quedan las memorias y sobre todo sus canciones. Y sus lecciones. Debo hacerlo todo con amor.